Hay ciertas bandas que trascienden el género al que están adscritas y generan pasiones en músicos, melómanos y melobios de diferentes estratos. En el género post y math rock, varias de ellas que han logrado esta transversalidad: Sigúr Ros, Swans, Godspeed You! Black Emperor, Explosions in the Sky, Russian Circles, Tortoise y Ulver por solo mencionar algunas que son encasilladas en el amplio rango de abarca el post rock (que va desde el post punk y el post metal por una parte, hasta el ambient, la electrónica y el shoegaze por otra), término que se acuñó y comenzamos a usar desde mediados de los ’90.
Mogwai, la banda que hoy nos convoca, es una de ellas. Con casi treinta años de carrera, la agrupación escocesa fundada por Stuart Braithwaite, John Cummings (guitarras), Brendan O’Hare (guitarra, teclados), Dominic Aitchison (bajo) y Martin Bulloch (batería) se destaca por explorar diferentes sonoridades y atmósferas a través de temas en su mayoría instrumentales y el año 2016, nos regalaron uno de sus discos más contundentes, “Atomic”, que se convirtió en la tercera de las, hasta ahora, cuatro bandas sonoras que han compuesto y su décimo primer álbum en estudio.
Este soundtrack, publicado el 1 de abril de 2016, fue realizado para documental “Atomic, Living in Dread and Promise” de Mark Cousins, pero funciona como un LP por separado, gracias al delicado y perfecto equilibrio que Mogwai logra entre momentos muy potentes y escalofriantes, y lapsos de tensa calma, en diez temas que en su mayoría, llevan como título, el nombre clave de las bombas usadas para ejercicios nucleares durante la segunda mitad del siglo XX.
De ahí nombres como “Ether”, el opener del disco que, como muchos de los temas siguientes, se desarrolla sobre escalas minimalistas sobre las que aparecen capas de guitarras, teclados y corno francés. “SCRAM” por su parte, usa la misma base minimalista en teclados que me recuerdan a algunas composiciones de Terry Riley, generando una atmósfera pulsante que va cubriéndose de diferentes sonoridades con una intencionalidad épica que se desata con la entrada de la batería y las guitarras.
“Bitterness Centrifuge”, uno de los temas del disco que no lleva el nombre de algunos de los atroces ensayos atómicos, también nos sumerge de inmediato en una atmósfera densa, aunque el sonido de este tema me lleva de inmediato a compararlo con las brillantes composiciones de Mogwai en discos como “Rock Action” (2001) y “Happy Songs for Happy People” (2003), con un sonido profundo y tenso, mientras que “U-235”, el tema siguiente, se mueve en el mapa para llevarnos a una construcción de secciones sobre bases electrónicas programadas.
“Pripyat”, la ciudad devastada y abandonada luego del desastre de la planta nuclear de Chernobyl en Rusia. Aquí, se convierte en un tema denso, doloroso y envolvente, con una leve referencia al folclor ruso entre las secciones minimalistas que se van sucediendo en capas sonoras que no dan respiro. “Weak Force” vuelve a llevarnos hacia un espacio más flotante y tranquilo, empalmando con el ritmo lento de “Little Boy” que se convierte casi en una balada instrumental al menos, durante el primer minuto, que se complementa con secuencias intercaladas que usan las escalas de tema anteriores, a modo de leit motiv, con un fuerte énfasis en el sonido de los teclados que, una vez más, construyen un fresco matizado y envolvente.
“Are You A Dancer?” es otro tema de ritmo pausado que, gracias a la inclusión de violín, también nos lleva a momentos de nostalgia por los discos de la primera etapa de Mogwai, sin desmerecer la calidad propia de la canción, en tanto que “Tzar” y “Fat Man” cierran el álbum recurriendo a varios de los elementos de las canciones anteriores: el minimalismo, capas de teclado sobrepuestas, ese gusto por los grandes momentos épicos que nos regalan los escoceses y la creación de atmósferas llenas de sonidos y detalles que se amalgaman para brindarnos un cierre potente. Eso sí, “Fat Man” se convierte en un pequeño himno: usando como base melodías de piano, los muros sonoros se van apagando poco a poco hasta que casi al terminar el álbum, el piano y un tambor se convierten en algo parecido al sonido del pulso humano que se va apagando lentamente… Escalofriante considerando el contexto para el que fue hecha la banda sonora y el contraste con el inicio del álbum que hasta podríamos considerar optimista.
“Atomic” está un par de peldaños más debajo de los álbumes más inspirados de Mogwai, pero eso no le resta méritos. Es un disco muy melódico, bien producido y tiene momentos que ponen los pelos de punta, confirmando la calidad de los escoceses para meterse en la creación de bandas sonoras con toda propiedad sin dejar de lado el sello que ha marcado su carrera, convirtiéndolos en paradigma del post rock instrumental, con influencias minimalistas y ambient; una de esas bandas que se ha hecho un merecido espacio en el género y más allá de él, dejando tras de sí una serie de músicos que los han tomado como influencia e inspiración.
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Iván Ávila Pérez
