

No es mucho lo que se puede agregar a la impresionante biografía de Eric Clapton, uno de los músicos más trascendentales e influyentes de las últimas seis décadas. Y es que sus logros están a la vista, figurando en los listados de los medios especializados siempre en los primeros lugares como compositor, guitarrista y su influencia en el devenir del rock, sin mencionar los premios recibidos y ser parte por partida triple del Salón de la Fama del Rock and Roll: como solista y como ex integrante de The Yardbirds y Cream.
Aun así, creo que jamás había escrito nada sobre “Slowhand” (Mano Lenta), apodo que se ganó por su lentitud en reponer las cuerdas rotas de la guitarra durante sus primeros conciertos. Por eso, el cumpleaños 77 de Clapton es para mí, la ocasión ideal para hacer un resumen respecto de los hitos que lo han llevado al más alto sitial en la música popular.
Muchacho travieso y de buen humor, recibió de regalo su primera guitarra cuando tenía trece años y tuvo dificultades para aprender a tocarla. Influenciando por los vinilos de las grandes “big bands” que se escuchaban en casa, pronto derivó al blues. Formó su primera banda, llamada The Roosters, a los 17 años y poco más adelante, en 1963, acepta la invitación de su amigo Keith Relf para sumarse a The Yardbirds, la legendaria agrupación inglesa que sería semillero de una decena de músico que harían historia a partir de los años posteriores. En esta época, Clapton ya consideraba como sus más grandes influencias a músicos como Robert Johnson, Buddy Guy, Freddie King y B.B. King.
Al tomar Yardbirds una línea más comercial y pop, “Slowhand” se aleja en buenos términos de la banda para unirse a John Mayall & The Bluesbreakers, más acorde con sus intereses musicales de seguir explorando el sonido blusero. Por esta época es que surge la famosa frase “Clapton es Dios” y comienza la rivalidad –al menos entre los fans– con Jimi Hendrix respecto a quién era el mejor guitarrista, teniendo ambos influencias similares aunque estilos y proyecciones diferentes, con Clapton más cercano al sonido clásico del blues y un Hendrix que incluso, comenzaría en los años siguientes a explorar sonoridades más pesadas y sicodélicas.
No sería hasta 1966 que Clapton comenzaría a cimentar un camino propio hacia la leyenda luego de abandonar la agrupación de John Mayall, se une a Jack Bruce en bajo y voces, y al mítico Ginger Baker en batería, para formar el que es uno de los primeros power trios de la historia, Cream, en la que las preferencias musicales de cada uno de ellos (el blues de Clapton, el pop rock de Bruce y el jazz de Baker) se fusionarían de manera perfecta para brindarnos un sonido único e inexplorado hasta ese instante.
Pero a pesar del éxito y la fama, Cream tiene una corta vida, aunque su legado perdura hasta hoy. Clapton pasaría a formar parte en 1969 de una tremenda banda de un solo disco, Blind Faith, y más tarde, de Delaney & Bonnie and Friends, comenzando al mismo tiempo, su carrera en solitario en 1970 con el álbum homónimo. Sería en esta época que fundaría junto a algunos músicos de Delaney & Bonnie, la banda Derek and the Dominos y colaboraría en discos de George Harrison, Ringo Starr, Plastic Ono Band y Billy Preston, lo que confirma la relevancia que había adquirido como músico.
Sin embargo, los primeros años de los ’70 fueron desastrosos para “Slowhand”. Luego del lanzamiento del que es considerado uno de sus mejores discos, “Layla and Other Assorted Love Songs” (1970), Derek and The Dominos se disuelve en 1971 (algún día hablaremos de las maldiciones que afectaron a sus integrantes después de este quiebre), lo que sumado al amor no correspondido de Clapton hacia Pattie Boyd, la esposa de Harrison, y su adicción a las drogas y al alcohol, provocarían su alejamiento de los escenarios y de muchas grabaciones.
La intervención del guitarrista de The Who Pete Townshend fue uno de los factores, quizás el más importante, que salvó a Clapton del desastre absoluto. Alejado de la drogas, comenzó a grabar una serie de discos que nos dejarían grandes clásicos, entre ellos, los covers de “I Shot the Sheriff” (original de Bob Marley) y “Cocaine” (de J.J. Cale), además de temas propios como “Promises” y “Wonderful Tonight”.
Clapton siguió produciendo álbumes propios en los ’80, además de continuar colaborando con diferentes artistas, tanto en estudio como en giras, entre ellos, Roger Waters, Tina Turner, Phil Collins, Jeff Beck y Sting, con quien dio forma a uno de sus grandes éxitos en esta época, “It’s Probably Me”. Los reconocimientos no le serían esquivos. En 1992 arrasaría en los Emmy con su disco “Unplugged” y específicamente con el tema “Tears in Heaven”, compuesto unos años antes en homenaje a su hijo de cuatro años fallecido en trágicas circunstancias.
Clapton ha seguido activo hasta hoy, aunque claro, la edad ha hecho que sus espectáculos en vivo sean cada vez más espaciados en el tiempo, así como sus colaboraciones. Eso no resta méritos a más de seis décadas de música que confluyen en una de las figuras artísticas más trascendentes de la historia de la música contemporánea, cuyo particular estilo de tocar blues, amalgamado con otros estilos como el rock y el pop, ha concitado la admiración de casi cualquier persona que coja una guitarra; influencia insoslayable en la historia de rock por sus participaciones en agrupaciones que editaron álbumes innovadores y rupturistas y por sus colaboraciones con decenas de músicos y bandas que hacen difícil enumerar en cuántas canciones escuchamos sus riffs y solos, algunos de ellos, de lo más memorables.
Por eso, bien vale la pena celebrar hoy, los 77 años de vida de “Slowhand”, uno de esos que ya se ganó el olimpo de la música.
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Iván Ávila Pérez