

Antes que todo, un poco de historia. Los orígenes de Camel se remontan a 1964, cuando los hermanos Andrew y Bryan Latimer formaban parte de la banda The Phantom Four, que algo de éxito tuvo en Inglaterra. Con el paso del tiempo, cambiarían al nombre de Strange Brew y luego, a The Brew, debido a los sucesivos y rápidos reemplazos entre sus integrantes. Sería la llegada de Doug Ferguson (bajo), Andy Ward (batería) y Peter Bardens (teclados) entre 1970 y 1971, la que daría forma definitiva a la primera alineación de Camel.
En esta etapa inicial, la banda, cuyas composiciones eran realizadas mayormente por Andrew Latimer y Bardens, lanzan cuatro discos que son considerados imprescindibles en la historia del rock progresivo y es justamente un día como hoy, 26 de marzo de 1976, que se publica el último álbum de esa invaluable tetralogía.
Ya a estas alturas el sonido de Camel se había consolidado con los discos “Mirage” (1974) y “Snow Goose” (1975): el preciosismo perfeccionista en los arreglos, la prevalencia del sonido de las guitarras y teclados, complejas secuencias instrumentales y grandes momentos épicos sin dejar de lado las notorias influencias del jazz, atmósferas madrigales y estructuras que permitían el lucimiento de cada uno de sus músicos. La banda tampoco ha estado ajena a lo largo de los 50 años de carrera (con dos pausas entre medio) a cambios radicales en su alineación, por lo que la presencia de músicos como Richard Sinclair y Andy Ward, entre otros, también la relacionan al movimiento Canterbury a la par que con el rock progresivo y sinfónico.
Y sí, algo hay del clásico sonido Canterbury en Camel y “Moonmadness” no escapa de eso, pero el grupo perfecciona aún más su sello propio ya bastante acentuado en “The Snow Goose”, esta vez alejándose de la composición de un disco conceptual. Es así que nos encontramos con la sutil, y hasta con toques medievales, introducción de este álbum signada por “Aristillus” para luego pasar a uno de los clásicos de Camel; “Song Within a Song” es una pieza progresiva superlativa, que nos lleva de la mano por una primera sección suavemente rítmica cantada por Latimer que desemboca en una secuencia instrumental que permite el lucimiento sobrio de sus músicos, algo muy típico en Camel, logrando que el virtuosismo de cada uno de ellos y lo complejo de los arreglos y armonías suene como un todo sólido, lleno de exquisitos pasajes y que a simple oído, parece extremadamente sencillo, si serlo. Realmente, una canción dentro de otra.
“Chord Change” es una de esas piezas que más agradan de Camel y ese sonido prog tan delicado y al mismo tiempo intrincado que han cultivado a lo largo del tiempo, un tema instrumental que se pasea con ductilidad por diferentes secciones que van acumulando un particular energía, mezclando guitarra, teclados y acompañamiento de coros con el soberbio trabajo en batería de Andy Ward, a lo que se suma un flotante solo de Latimer.
Después aparece en todo su esplendor “Spirit of the Water”, una bella, dulce e inspirada balada liderada por Bardens en piano y Latimer en flauta traversa, con una letra poética de ensueño, pausa perfecta para dar paso a “Another Night” que tiene una entrada potente, de esas que te ponen los pelos de punta, aterrizando luego en la voz de Latimer en medio de constantes síncopas y cambios bruscos de ritmo, generando capas sonoras que se van intercalando y repitiendo en siete minutos, aunque jugando con el protagonismo de los diferentes instrumentos.
Una delicada intro de flauta nos indica que “Air Born” ha comenzado, una canción mucho más relajada y rítmica que las anteriores, pero no por eso menos valiosa, en la Camel nos muestra esa faceta en la que con elementos y estructuras mucho más sencillas (al menos en los primeros minutos) es capaz de generar profundas atmósferas y emociones.
El instrumental “Lunar Sea” cierra la versión original del disco, casi diez minutos de secciones rítmicas cambiantes que colindan con el jazz, con momentos de interpretación soberbios en guitarra y teclados, uno de esos temas que a pesar de su extensión, no decae en ningún momento y te mantiene atento y sorprendido ante cada retruécano que va sucediéndose sin pausa.
La reedición de Decca incluye la versión single de “Another Night” y tres canciones en vivo, incluyendo “Preparation / Dunkirk” del disco “The Snow Goose”. Sin embargo, por lo que vale la pena tener esta versión es por el demo de “Spirit of the Water” en piano, como si Bardens estuviera solo tocando en el living de su casa. Realmente conmovedor.
Durante la gira de este álbum, el legendario saxofonista y flautista Mel Collins (King Crimson, Eric Burdon, Alvin Lee, Phil Manzanera, Clannad y un largo etcétera) se suma a la banda. Más adelante, Ferguson sería reemplazado por Richard Sinclair (Caravan) lo que provocaría que a partir de 1977 Camel sufra bastantes cambios en su marca registrada y la banda comience a navegar por otras aguas entrando en la década de los ’80, con discos de irregular calidad y recepción dividida por parte de la crítica y el público.
Siempre parece que Camel, a pesar de una sólida discografía (con los bajones ya mencionados), está un peldaño más abajo de sus contemporáneos Genesis, Yes, Pink Floyd y King Crimson, lo que creo es de los más injusto considerando la calidad de las entregas que la banda hizo en los ’70 y también en los ’90, con discos de la talla de “Harbour of Tears” (1996) y “Rajaz” (1999). Quizás sea porque Camel no posee un frontman como Gabriel o Collins ni la ampulosidad del sonido setentero de Genesis, dista mucho del virtuosismo desplegado por los músicos de Yes en su época dorada o no posee el carácter rupturista y vanguardista de King Crimson. Por eso es que estos espacios sirven para relevar bandas y capítulos un tanto subvalorados de la música.
Si todavía no has escuchado a Camel y te gusta el rock progresivo y sinfónico detallista, que te regale altas cotas de emoción y de sonido impecable, este es un momento ideal para repasar este álbum, para muchos/as, el mejor de la agrupación.
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Iván Ávila Pérez