

Veintisiete años cumple este 21 de marzo, el álbum “Alien Love Secrets” del talentoso guitarrista Steve Vai.
Por si no conocen a uno de los más grandes virtuosos contemporáneos, les cuento que Vai no solo estudió guitarra en el Berklee College of Music, sino que también tomó clases particulares con Joe Satriani, cultivando con él una amistad que perdura hasta hoy. Sus influencias pasan por Jimmy Page, Brian May, Jimmi Hendrix, Jeff Beck y Allan Holdsworth.
Adquirió renombre en la primera mitad de los 80, cuando con solo 20 años, se unió a la banda de Frank Zappa. Desde 1984, cuando publicó su primer disco solista, Vai se ha convertido en un ídolo de los fans de la guitarra eléctrica por su virtuosismo y eclecticismo, reflejado en la publicación de diez discos en estudio y más de una veintena de álbumes en vivo, boxsets y recopilaciones, destacando en su biografía, colaboraciones con Alcatrazz, David Lee Roth, Whitesnake, Steve Lukather, Al Di Meola, Yardbirds, Mötorhead y Ozzy Osbourne y sobre todo, con Satriani en el proyecto G3, en el que se han involucrado a los largo del tiempo, otros monstruos de las seis cuerdas como Eric Johnson, Yngwie Malmsteen y John Petrucci.
“Alien Love Secrets” es su cuarta placa. Editada en 1995, tenía la difícil misión de continuar el crecimiento de Vai como guitarrista y compositor después del aplaudido (y polémico para los más conservadores) “Sex & Religion” de 1993. Por muchos, debido a su corta duración (poco más de 33 minutos), es considerado como un EP más que cómo un LP, pero no vamos entrar en discusiones bizantinas. Lo que importa es que Vai hace un despliegue no solo de talento, sino que además de producción, presentándonos un disco grabado en menos de seis semanas en donde él hace casi todos los instrumentos, arreglos y producción, con la excepción de la presencia de Tommy Mars (teclados en “Tender Surrender”) y el baterista Deen Castronovo en la mitad de los temas.
Este álbum, en que Vai vuelve a los temas sin vocalistas, abre con una tromba que se pasea dúctil entre blues y rock llamada “Bad Horsie”, construida sobre un pesado riff de guitarra sobre el que navegan diferentes solos y guitarras distorsionadas que asemejan a caballos furiosos.
“Juice” es un track bien rockero que suena como algunos de los temas más rítmicos de “Passion & Warfare” (1990), con un estructura simple que se enriquece con algunos pequeños síncopas y un largo solo que abarca buena parte de los casi cuatro minutos de la canción. Por su lado, “Die to Live” es más bien una balada, bastante intensa por lo demás, con la batería de Castronovo sonando potente, entre un riff reiterativo cubierto por otras capas de guitarra a modo de solos superpuestos.
En seguida aparece “The Boy from Seattle”, un tema que comienza con una propuesta mucho más cercana al jazz, con un delicado giro a un sonido más rock los 3 minutos y medio para regresar al leit motiv del tema cerca del final, en una pieza que rememora lo hecho por Vai en “Flex-Able” (1984). Con “Ya-Yo Gakk” se desencadena la faceta más “Zappa” de Vai. Un track corto, de base rockera, pero lleno de guitarras distorsionadas y frases loopeadas y mezcladas obtenidas de grabaciones de la voz del, en ese entonces, pequeño hijo de Steve, Julian, muy en la onda de “Valley Girl” de Zappa (1982).
“Kill the Guy with the Ball” y “The God Eaters” forman una pequeña suite de 7 minutos que comienza con una intro muy acelerada, riffs de guitarra pesadísimos, cortes y cambios de ritmo constantes y sorpresivos. El cierre épico de “Kill the Guy” (que consta solo de guitarra, bajo y batería) deriva en la entrada de teclados de “God Eaters”, un tema que baja las revoluciones con notas largas para abrir paso a “Tender Surrender”, la balada con que Vai regresa una vez más a un sonido sencillo y más cercano al jazz, con un solo de guitarra que se convierte en un cierre perfecto y algunos de cuyos pasajes nos traen recuerdos nuevamente de “Passion & Warfare”.
Si bien “Alien Love Secrets” no está entre los mejores discos de Vai (de hechos, como que por su duración uno queda con gusto a poco), de todas maneras es agradable de escuchar y que bien puede servir para introducir a un profano/a en el universo de uno de los mejores y más virtuosos músicos de las últimas décadas, así es que póngale “play” aprovechando que hoy, el disco cumple 27 robustos años de existencia.
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Iván Ávila Pérez