
Trataré de no extenderme demasiado, debido a que hablar de “Tommy”, ya sea el disco doble de The Who o la película inspirada en él, nos tomarían decenas de páginas por diversos motivos que vamos resumir someramente.

El 23 de mayo del 1969, The Who lanza “Tommy”, su cuarto álbum en estudio, un ambiciosa placa doble que contaba la historia de Tommy, un niño que presencia el asesinato casual de su padre en manos del amante de su madre y que producto del trauma, se encierra en sí mismo, negándose a escuchar, ver o hablar. Tommy vive el abuso al interior de su familia y pasa por fallidos intentos por rehabilitarlo, hasta que descubre que tiene un talento sobrenatural para jugar pinball (flipper), lo que le acarrea fama y seguidores. Luego de visitar a un especialista y de un nuevo episodio de violencia de su madre, Tommy recupera los sentidos y se convierte en una especie de mesías que posteriormente es rechazado por sus propios seguidores lo que provoca que el muchacho vuelva a encapsularse en sí mismo.
La historia es narrada mediante 24 canciones de corte rock-pop, con algunos toques sicodélicos y progresivos, compuestas en su mayoría por Pete Townshend, el cerebro detrás de esta legendaria banda. A excepción de “Underture”, ninguno de los temas dura más de 5.30 minutos y dejó para la posteridad, una larga lista de clásicos de la banda y de la historia del rock: “Pinball Wizard”, “Amazing Journey” y “I’m Free” por solo mencionar algunos.
Pasarían casi seis años de maduración del proyecto fílmico. En él se embarcó el destacado director Ken Russell, que ya había cosechado éxitos con filmes como “Women in Love” (1969), “Savage Messiah” (1972) y la tremenda “The Devils” (1971, dense el placer de verla). En seguida, empezaron las tratativas para que alguna de las grandes empresas del mainstream de Hollywood pusiera el capital; después de varias idas y vueltas, RSO se quedó con el proyecto y comenzó la búsqueda de actores. Roger Daltrey, el vocalista de The Who, se quedó con el protagónico de Tommy, mientras que los demás papeles principales, recayeron en estrellas muy reconocidas en la época: Ann-Margret hizo el papel de Nora, la madre de Tommy, y Oliver Reed se vistió con la piel del Tío Frank, el amante de Nora. Jack Nicholson se quedó con el rol del Especialista y Robert Powell (sí, el mismo mundialmente famoso como “Jesús de Nazareth”) se convirtió en el Capitán Walker, el padre asesinado de Tommy.
Donde la cosa se pone más buena todavía, es con los personajes secundarios que también contribuyen con sus voces a las canciones. Aquí se despliega un abanico de iconos del pop y del rock de 70 que engalanan la pantalla con sus apariciones: Tina Turner como la Reina del Ácido, Elton John como el Local Lad Champ al que Tommy derrota en el pinball; Eric Clapton como el Predicador y el extravagante Arthur Brown como el Sacerdote, a quienes se suman en algunas cortas apariciones los demás integrantes de la banda, John Enwistle, Pete Townshend y ese fenómeno de baterista que fue Keith Moon empoderándose de forma magistral de uno de los personajes más molestos y detestables de la película, el tío Ernie.
La película se estrenó finalmente en 18 de marzo de 1975 en Estados Unidos y el 26 en Reino Unido. Recuperó con creces su inversión de 11 millones de dólares al obtener más de 34 millones en taquilla. Se cuenta que para el papel del Local Lad Champ se tanteó a Stevie Wonder. También se dice que para el mismo rol, la producción quería contar con Rod Stewart, pero Elton John lo convenció de desistir del papel para que luego él se quedara con el personaje. Cuentan que Lou Reed fue pensado para el rol de la Reina del Ácido. La leyenda también dice que la escena con Jack Nicholson se grabó en 18 horas corridas, en París, único lugar y momento en que el equipo de rodaje y el actor coincidirían debido a la apretada agenda de Nicholson.
¿Qué decir de un film tan remojado en ácido? Los primeros catorce minutos parecen bastante normales, un musical con algo de tragedia al contar cómo el Capitán Walker, piloto en la Segunda Guerra, desaparece, algo de sofisticación e inocencia romántica para contar cómo Nora y Frank se conocen y convierten en pareja, hasta que llega la muerte y la crisis del pequeño Tommy. De ahí en adelante, el devenir del mundo del muchacho, narrado a través de las canciones de The Who, se torna cada vez más surrealista, caótico y ambiguo, empezando por la secuencia del Predicador, un collage irónico que se ríe de las absurdas creencias impuestas por algunos cultos y sectas, y por supuesto, la notable secuencia liderada por Tina Turner como la Reina del Ácido.
Mención aparte merece la escena del “Pinball Wizard” liderada por Daltrey, Elton John y la banda, un adelanto pretencioso y muy bien construido de los espectáculos que presenciaríamos desde los ‘90 en adelante, con falsas y fútiles estrellas levantadas por la muchedumbre y el fanatismo sin explicación, aunque muy bien mediatizado, así como también las desfachatadas secuencias de la iglesia y el Pastor, como el clímax que se desarrolla en el campamento junto a Tommy y sus fieles artificialmente ciegos, sordos y mudos.
La primera ópera rock de la historia tiene sus falencias, pero es imposible no engancharse de ella, la extravagante apuesta de Russell y Townshend y el recorrido visual por uno de los discos que sin dudas, marcó un hito en la historia del rock.
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Iván Ávila Pérez