
Antes de comentar este álbum, necesariamente debemos conocer al cerebro detrás de Recoil, Alan Wilder que antes de cumplir 21 años y sin ninguna experiencia previa, ingresó a Depeche Mode en reemplazo de Vince Clark en las presentaciones en vivo. Solo a partir de 1983 sería incluido oficialmente como miembro oficial de DM en el disco “Construction Time Again”.
El legado de Wilder en la famosa banda electrónica no está dado tanto por los temas que compuso o coescribió con Martin Gore, como “Two Minute Warning” o “If You Want”, entre otros, sino que por lograr impulsar en Depeche Mode el sonido que los definiría en discos como “Violator” y “Songs of Faith and Devotion”. Su constante experimentación y búsqueda de nuevas tecnologías, lo llevó a tomar las riendas de la producción de estos discos, perfeccionando las canciones y asumiendo un rol fundamental en dotar a DM de las características por las que hasta hoy, es valorada como una de las mejores bandas del género.
Ese hambre experimental, lo llevó a lanzar dos EP’s cuando aún era miembro de la banda: “1+2” (1986) e “Hydrology” (1988). En ellos, ya se aprecia el interés de Wilder por largos temas cargados de atmósferas inquietantes, loops y sampleos que son parte de su sello como músico, características que se sumarían a su interés por los pioneros del blues en su primer larga duración, “Bloodline” publicado el 14 de abril de 1992.
En este álbum también apreciamos las razones por las que Wilder, tres años después, terminaría abandonando Depeche Mode. Si bien su música tiene muchas similitudes con lo hecho por Gore, Gahan y Fletcher, hay en Wilder y su proyecto personal un mayor énfasis en la instalación de diferentes sonoridades, ambientes y un claro distanciamiento del pop electrónico con el que se identificaba a Depeche Mode, lo que profundizaría en los arrasadores discos posteriores de Recoil, “Unsound Methods” (1997) y “Liquid” (2000), pero ya tendremos tiempo para hablar de ellos.
Por ahora, concentrémonos en “Bloodline”. Recoil es un proyecto personal de Wilder que a lo largo del tiempo, ha contado con varias colaboraciones e invitados. Quizás el principal sea Douglas McCarthy, vocalista de Nitzer Ebb, con quien Wilder hizo buenas migas mientras esta banda teloneaba a DM, llegando incluso a producir el álbum “Ebbhead” (1991). McCarthy se convertirá en el invitado más recurrente en Recoil y las razones sobran, basta con escuchar “Faith Healer”, la canción que abre “Bloodline” para darnos cuenta que la potencia y teatralidad de McCarthy calza a la perfección con el sonido siempre intrigante de Recoil. Se trata de un tema original de Alex Harvey, músico escocés de bastante éxito a comienzos de los ’70 con temas como este, que el mismo Wilder catalogó como su homenaje tanto a Harvey como a la banda que fue su inspiración de adolescente, Kraftwerk.
En seguida, sin perder una gota de esas ambientaciones intrigantes y misteriosas, viene “Electro Blues for Bukka White” donde Wilder pistas con la voz original del blusero Bukka White provenientes de la canción “Shake ’em on Down” de 1937. Aquí encontramos otras claves de las composiciones de Wilder en las que secuencias minimalistas y diferentes efectos se van sobreponiendo para lograr potentes atmósferas. En “The Defector” hallamos la primera pieza instrumental del álbum, una que nuevamente nos podría parecer un homenaje a lo hecho por los alemanes Kraftwerk, incluyendo sampleos de la voz de Anthony Hopkins en la película “El Silencio de los Inocentes”.
“Edge to Life” cuenta con la voz de Toni Halliday (Curve), que además de Recoil, ha colaborado con Robert Plant, The Future Sound of London, Leftfield, The Killers y Orbital, entre otros. Aquí, definitivamente, encontramos un sonido muy parecido al Depeche Mode de la época, aunque con atmósferas más oscuras y un trabajo de post lleno de detalles admirables, especialmente con los juegos que hace Wilder con la voz de Halliday sobre una base de mezclas electrónicas muy rítmica y que también está llena de detalles exquisitos, entre ellos, algunos coqueteos con el góspel y ciertas similitudes con Morcheeba y Massive Attack.
En “Curse” nos encontramos con una sorpresa: la voz principal es de Moby, aunque es difícil de reconocer debido a que el cantante utiliza tonos más bajos de los que nos tiene acostumbrados y además, vocaliza rapeando, en un tema que se acerca muchísimo al trip-hop. Mientras que el en tema que da título al disco, nuevamente es la voz de Halliday la que nos conmueve, en un track que está prácticamente hecho para disco under alternativa (no sé por qué no suena más en este tipo de ambientes, de verdad no me lo explico), muy rítmica, futurista y plagada de efectos que construyen un sólido muro de sonidos.
El disco cierra con el instrumental “Freeze” que al menos a mí, me trae remembranzas de lo hecho por Depeche Mode en temas como “Little 15” y “Pimpf”, más algunos toques de John Cage, un tema centrado en el sonido sobrecogedor del piano que trabaja sobre escalas minimalistas que van construyendo una atmósfera excesivamente inquietante y opresiva.

El debut en un álbum extendido de Recoil es fascinante, aunque tal como comenté, es el primer piso de lo que Wilder haría poco más adelante, cuando definitivamente decidiera explotar otros derroteros más oscuros y dar rienda suelta a la experimentación, pero es, sin dudas, el excelente inicio de un proyecto personal que si bien no es de gusto masivo, perfectamente merece estar entre los intentos más honestos, arriesgados y vanguardistas en lo que a música electrónica se refiere.
No puedo cerrar esta reseña, sin agradecer a mi amigo Miguelato por aquella noche de carrete a fines de los ’90, cuando se sacó debajo de la manga, varios discos de Wilder, momento en que me encanté con este proyecto y jamás volví a dejarlo de lado. Y creo que a muchos de ustedes les pasará lo mismo después de escuchar este y los otros álbumes de Recoil.
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Iván Ávila Pérez