
En 1973, David Bowie se había convertido en una estrella gracias al éxito de crítica y público del disco “Ziggy Stardust and the Spiders from Mars”, lanzado el mismo año. En medio de la gira promocional de aquel álbum, considerado como uno de los mejores de su carrera, comenzó trabajar en las letras y música de su siguiente álbum, el que tendría la difícil misión de reafirmar sus estatus de ídolo pop/rock, la estrella más fulgurante del glam y el art rock y sobre todo, su calidad artística.
Así, comienza a configurarse lo que sería “Aladdin Sane”, un juego de palabras que alude a “un tipo (chico, muchacho) insano” y que el mismo Duque Blanco resumiría como “Ziggy va a América”, en orden a establecer que de alguna manera, el álbum sería la continuación del extravagante personaje que lo lanzó a la fama.
En compañía de la misma base de músicos con que venía trabajando (Mick Ronson en guitarras, Trevor Bolder en bajo y Mick Woodmansey en batería), sumó algunas colaboraciones necesarias para profundizar en los diferentes estilos plasmados en este disco, desde el rock hasta el jazz y el cabaret con la presencia en las grabaciones de Mike Garson (piano), Ken Fordham y Brian Wilshaw (saxo, flauta) y los coros aportados por Juanita Franklin, Linda Lewis y G.A. MacCormack, con Bowie componiendo casi todos los temas, como voz principal y tocando diferentes instrumentos (armónica, saxo, guitarra y teclados). Este núcleo es el que contribuye a que el sonido de “Aladdin” tenga reminiscencias de los álbumes anteriores, pero al mismo tiempo, logra separarse de ellos para explorar otros territorios musicales.
Es así que nos encontramos con propuestas que lindan con un rock de garaje, muy sucio y de fuertes guitarras, como ocurre en “Watch That Man” y el cover de “Let’s Spend the Night Together” de Rolling Stones. También nos deleita con canciones cuya base blusera es abrasadora, como ocurre con la (a estas alturas mítica) “The Jean Genie” y “Cracked Actor”, el sonido cercano al punk de “Panic in Detroit” o la música de cabaret de “Time” que permite al Camaleón desplegar su lado más teatral en todo el disco. El tema que da título al disco, en cambio, se adentra por las vertientes del free jazz, patente en el solo de piano que nos regala Mike Garson, a lo que se debe sumar “Lady Grinning Soul” al cierre del disco, una de las mejores baladas alguna vez hechas por Bowie.
Las letras, en tanto, ahondan en diferentes temáticas, aunque en general reflejan la preocupación de Bowie por la alienación de la sociedad, la violencia urbana, la sexualidad y la rebeldía.
El álbum, hasta hoy, ha recibido críticas divididas. Si bien en él hay clásico de Bowie como “The Jean Genie” y “Drive-In Saturday” (para mí, una de las mejores letras escritas por Bowie), es un álbum cuya producción y post producción no está a la altura de otros álbumes del Duque Blanco, quizás porque fue compuesto y grabado sobre la marcha, en medio de la mencionada gira de “Ziggy”. Ha habido críticas a la versión suavizada de “Let’s Spend the Night Together” y en especial, a lo que algunos críticos califican con falta de energía en relación a sus discos anteriores y una mezcla de estilo que no necesariamente, funciona bien. Esto no ha incidido en que “Aladdin Sane” sea parte fundamental de las listas que reconocen lo mejor de Bowie y del rock de los años ’70, quizás porque cumplió el objetivo de cerrar el ciclo de “Ziggy” y al mismo tiempo, mantener a Bowie en la categoría de estrella sin retroceder un paso, con nuevos singles populares y a la vez, experimentando con diferentes géneros musicales y temáticas en sus letras lo que, por supuesto, fue el sello de toda su fulgurante carrera.
Y claro, si hablamos de este disco, no podemos dejar de mencionar su portada, indudablemente convertida en un símbolo de la cultura pop. La fotografía y el diseño son de Brian Duffy, que colaboraría posteriormente con otras portadas del Camaleón. En ella, lo más llamativo, es el rayo rojo y azul que atraviesa el rostro del artista y que es probable, signifique el conflicto interno de Bowie de liberarse de la figura de “Ziggy”.
En resumen, uno de los álbumes fundamentales en la discografía del Duque Blanco que hoy 13 de abril cumple 49 años, manteniéndose vigente y fresco en muchos aspectos musicales, muestra fehaciente de las incansables indagaciones de Bowie para amalgamar las temáticas que le interesaban buscando las sonoridades que podían elevarlas. Si es o no uno de sus mejores álbumes, podemos discutirlo, pero su importancia en el devenir de la carrera del Duque Blanco, es insoslayable.
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Iván Ávila Pérez
