

Para muchos, “And then they were three…” marca el fin de una época de Genesis y el inicio de otra, como trío, acompañados por otros músicos para formar el line up completo en sus presentaciones en vivo.
En lo personal creo que es “Duke”, lanzado el 28 de marzo de 1980, el que marca definitivamente el fin de una era y el comienzo de otra.
Un breve resumen: de ser una banda pop al editar “From Genesis to Revelation”, Genesis comienza a convertirse en un paradigma del rock progresivo a partir de 1971. La memorable alineación formada por Peter Gabriel, Mike Ruthertford, Tony Banks, Steve Hackett y Phil Collins alcanzaría cotas de creatividad y musicalidad difíciles entre 1972 y 1975, cuando el frontman Gabriel deja la banda. Se inicia así una nueva etapa con Collins como vocalista y dos discos en estudio que comienzan a alejarse del progresivo más puro para incluir otros géneros y elementos melódicos, baladas, un incipiente sonido pop y la preponderancia cada vez mayor de los teclados de Balnks, tendencias que finalmente se toman la banda con la partida del guitarrista Steve Hackett, que hasta hoy, posee una sólida carrera como solista. No creo que su salida haya influido demasiado en el sonido de “And then they were three…” que permanece en una línea muy similar a la de sus predecesores “A Trick of the Tail” y “Wind & Wuthering”, pero en “Duke”, empezando la década de los ’80, si se siente la intencionalidad pop que hacía rato, Collins, Rutherford y Banks parecían querer priorizar para signar el destino de la banda, evolucionar hacia otros géneros y porque no, sobrevivir al cambio de década y la arremetida de nuevas tendencias musicales que venían creciendo y madurando desde la segunda mitad de los ‘70.
No sé si es algo malo o bueno. Finalmente se trata de mantenerse vigentes en un medio que, per se, es un depredador que no perdona, en el que si no te adaptas, caes en el olvido, agonizas y mueres, convirtiéndote en una banda o músico de un solo éxito o álbum, que terminas cantando y repitiendo hasta el infinito y más allá por varias décadas, para deleitar a los más nostálgicos. Y Genesis, a diferencia de otras bandas que sobrevivieron casi indemnes a los locos años ’70, al surgimiento de punk como respuesta a lo pretencioso, críptico y autorreferente que se había vuelto el rock progresivo, y al “boom” de la música disco, supo adaptarse a los cambios y resistir al menos una década más, lanzando álbumes bien vendidos, sonando en las radios y luciéndose en los charts adoptando propuestas musicales más simples, irrumpiendo con su propio estilo en la avalancha new wave y el synth pop de los ’80.
Es ahí donde aparece “Duke”, que proyecta lo que sería la estructura general de los discos en estudio de Genesis desde ese momento y hasta “We Can’t Dance” (1991): temas de corte pop, me atrevo a decir pensados para radio, baladas que después Phil Collins explotaría hasta el hartazgo en su carrera solista, algunos pasajes progresivos liderados por los teclados de Tony Banks y al menos un tema de largo aliento, generalmente instrumental, que después serviría para el lucimiento de Collins en batería durante los conciertos.
La fórmula funcionó bien, al menos hasta 1986, con ese superventas que fue “Invisible Touch”, apoyado por innovadores videoclips, pero la fórmula empezó con “Duke” que comienza con una intro muy prog en “Behind The Lines” (leit motiv con que también cierra el disco), para derivar luego a un esquema más simple y pop, misma línea que sigue uno de los grandes éxitos de este disco, “Turn It On Again” junto a otros recordados temas de este Genesis con olor a trío como “Duchess” (que, hay que decirlo, tiene una potente versión en vivo en “Three Sides Live” de 1982) y “Misunderstanding”. Las baladas “a la Collins”, como habíamos mencionado, no están ausentes: “Alone Tonight” y “Please Don’t Ask” son dos ejemplos de ello.
Pero también hay ciertos resabios del Genesis de los ’70, más arriesgados en su propuesta, secciones que brillan por su complejidad y sonoridad más cercana al progresivo. Para quienes extrañaban esos pasajes, encontraban refugio en temas como “Man Of Our Times” y “Cul-De-Sac”, pero sin dudas que el magnum opus de este disco, lo conforman las dos piezas finales, “Duke’s Travel” y “Duke’s End”, que funcionan como una sola. Once minutos de un contundente despliegue instrumental, que no da respiro entre sus constantes cambios, con un Banks que brilla como en sus mejores momentos en la primera mitad de los ’70 y la batería de Collins sonando como un tornado, intercalando un reprise de “Guide Vocal” y volviendo en los últimos minutos al leit motiv con que comienza el disco, dándole un carácter de circularidad a la producción.
Es un álbum agradable de escuchar, creo que deja satisfechos tanto a los fans del Genesis progresivo como del Genesis pop, pero en retrospectiva, no queda duda que fue como el canto de un cisne. Insisto que más allá de los gustos, Collins, Rutherford y Banks supieron adaptarse a los tiempos, tal como lo hizo Yes a partir de “90125” (1983), Rush con “Moving Pictures” (1981) y hasta el mismo Peter Gabriel con “IV” (1982), dinosaurios del rock progresivo que se movieron hábilmente entre las agitadas aguas del mainstream para mantenerse vigentes, con diferentes propuestas y resultados, porque si a Rush se le alaba haberse mantenido a flote sin perder la esencia de su estilo, a bandas como Genesis, los más recalcitrantes, les critican haber abandonado el estilo con que conquistaron a millones de fanáticos.
En el contexto de la despedida de Phil Collins de la música ocurrido la semana pasada, es más que recomendable escuchar este álbum que nos anunciaba lo que sería la fórmula del éxito de Genesis en los años posteriores y al mismo tiempo, nos entregaba pinceladas nostálgicas de los últimos estertores del sonido que los convirtió en una de las bandas más icónicas del rock progresivo y sinfónico.
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Iván Ávila Pérez