

“Existe el hard rock y existe Deep Purple” leí hace poco, en una página web especializada y no encuentro demasiadas razones contundentes para no estar de acuerdo.
Eso sí, no se puede desconocer que DP no son los inventores del género. Desde que The Kinks sacaron “You Really Got Me” en 1964 que se comenzó a hablar del hard rock y hubo una primera ola que extendió sus tentáculos por Estados Unidos y Europa rápidamente, con variados exponentes, algunos más cargados al rock, otros al blues o la sicodelia. Aquella época pionera nos dejó como legado el trabajo de The Jimi Hendrix Experience, Steppenwolf, Iron Butterfly, Vanilla Fudge, The Jeff Beck Group y MC5, cuya influencia incluso se vio reflejada en algunos discos de The Rolling Stones, The Who y The Beatles.
Pero fue a partir de 1970 que el hard rock se consolidó definitivamente con la aparición de bandas como Black Sabbath, Led Zeppelin, Uriah Heep y por supuesto, Deep Purple. A partir de esta década, las aguas se vuelven un poco turbias al momento de determinar las diferencias entre hard rock y el heavy metal al que derivaría, por ejemplo, Black Sabbath. Pero eso es harina de otro costal.
Lo cierto es que antes de “Machine Head”, el disco que hoy nos convoca, Deep Purple venía definiendo un estilo propio, en donde el blues y el rock n’ roll amalgamados con el tecnicismo de sus integrantes, daba como resultado texturas únicas que habían repercutido en el medio y el público con temas exitosos como “Hush”. Luego de la salida del bajista Nick Semper y del vocalista Rod Evans en 1969, y el ingreso de Roger Glover y el legendario Ian Gillan, comienza lo que podría ser la época más gloriosa de DP, denominada Mark II, con el disco “Concerto for Group and Orchestra”, a partir del cual se cimentarían las bases más reconocibles del sonido púrpura: letras muy desfachatadas, aprovechar al máximo el tremendo rango vocal de Gillan, una sólida y consistente base de bajo y batería para dejar espacio a los memorables solos de teclado y guitarra a cargo de Jon Lord y Ritchie Blackmore, respectivamente.
El estilo fue madurado en los discos posteriores, “In Rock” y “Fireball”, hasta llegar a ese 1972 que tantas alegrías nos dio a los melómanos. Deep Purple se despacha el magnífico “Machine Head”, ícono del hard rock y el heavy metal, pletórico de clásicos que hasta hoy se escuchan en carretes, tocatas, comerciales de TV, bandas sonoras de películas y en radios, en especial en aquellas consagradas al AOR.
Blackmore sentía que la banda sonaba mejor en vivo que en estudio y quería transmitir esa sensación en el nuevo álbum, a la sazón, el sexto en estudio de DP. Por eso, aprovechando su amistad con Claude Nobs (fundador del Festival de Jazz de Montreux), se trasladaron a grabar al casino de esa ciudad en Suiza, lo que finalmente se convirtió no solo en una decisión que daría a la grabación un sonido fenomenal, sino que los inspiraría a componer uno de sus mayores éxitos, “Smoke on the Water”, cuyo riff inicial tiene que estar en el top 10 de los más memorables de la historia y cuya letra relata lo ocurrido en el Casino, cuando durante un concierto de Frank Zappa & The Mothers of Invention, una bengala provocó el incendio que dañó el lugar. La frase “humo en el agua” hace referencia al reflejo del siniestro en el lago cercano.
La banda fue obligada a buscar otro espacio similar para continuar las grabaciones, encontrándolo en el Grand Hotel.
Pero vamos al disco, publicado el 25 de marzo de 1972. Comienza con otro clásico del hard y el heavy, una tromba rockera que acelera el corazón desde los primeros acordes. “Highway Star” es una de esas canciones inevitables, míticas e incomparables que parece adelantada a su época y es por eso que no pierde frescura ni potencia. La intro con bajo y Hammond pesados, al borde la saturación, ya nos indica el camino que el resto del disco seguirá. Además, con esta intención de Blackmore de hacer que el disco en estudio suene como en vivo, permite espacios para que nos deleitemos con dos solos (uno de Lord y otro de don Ritchie) y el despliegue del vozarrón de Gillan en su mejor momento. “Maybe I’m a Leo” es la canción más débil del disco, pero en comparación con las demás. También posee un riff muy pegador, en una composición más sencilla y cercana al blues.
“Pictures of Home”, a mi parecer, debe ser una de las mejores y más subvaloradas canciones de DP. Partiendo por la intro en la batería de Paice, el riff, la voz controlada de Gillan, el sonido de la guitarra de Blackmore y hasta las últimas notas, pasando incluso por un delicado coqueteo con el prog en algunas secciones. “Never Before”, por su parte, fue uno de los singles “caballito de batalla” de Deep Purple y con mucha razón: es una canción que tiene un ritmo pegajoso, por momentos hasta un poco funky, de cuatro minutos, muy masticable y que encaja perfecto en la programación de cualquier radio.
Ya hablamos de “Smoke on the Water”, así es pasamos de inmediato a otro de los clásicos que nos legó este disco, “Lazy”, tocada miles de veces en vivo por la banda y convertida en un himno del heavy metal, gracias a una estructura que combina a la perfección rock y blues, en donde don Ritchie da un paso al costado, permitiendo el entero y sólido lucimiento de Lord en los teclados y hasta de Gillan en armónica. Imposible no mover las palmas, la cabeza y los pies con el ritmo endemoniado que tiene “Lazy” y cada arreglo para dotar a esta canción de un sonido que te golpea con mucha fuerza.
El disco cierra con (era que no) otro clásico, “Space Truckin’”, con una letra que en cierta forma parodia a algunas bandas pretenciosas de la sicodelia. Más allá de eso, es un tema que también tiene un sonido abrumador, antecedente directo del heavy metal. Aquí es el bajo de Roger Glover el que carga el peso de una canción que posee un riff de temer y donde otra vez, la voz de Gillan se luce en todo su esplendor.
El álbum suena parejo por donde se le escuche. Pareciera que no deja espacios vacíos y permite el lucimiento de todos los integrantes de la banda en un experimento que a todas luces, resultó. Basta con escuchar algunos de estos temas en vivo para darse cuenta que pareciera que fueron diseñados específicamente para potenciar largos solos en los escenarios.
Posteriormente, los músicos han reconocido en diferentes entrevistas que las influencias que marcaron este álbum venían tanto de contemporáneos como Johnny Burnette, John Lennon y Eric Clapton, hasta clásicos doctos como JS Bach y Beethoven que influyeron en el sonido de la guitarra de Blackmore.
El disco ha tenido varias reediciones posteriores. En ellas, quiero destacar el rescate de un temazo: “When a Blind Man Cries”, que fue la cara B de “Never Before” como sencillo y que yo al menos, con gusto, hubiera calzado en el disco original.
No solo a partir de este disco es que Deep Purple se ha proyectado en el tiempo como una de las bandas más influyentes del rock e incluso, de músicos de otros géneros, pero sin dudas, es el álbum que para muchos/as representó la entrada al mundo del heavy y al hard rock. Por eso, es que cumplir 50 años conservando un sitial inamovible en la historia de la música, es motivo más que suficiente para celebrar a Deep Purple y “Machine Head”.
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Iván Ávila Pérez