

Debo comenzar esta reseña reconociendo que “Grace Under Pressure”, el disco de Rush que hoy nos convoca, es uno de mis favoritos en la discografía de uno de los más célebres power trios de la historia del rock.
Ya para 1984, Geddy Lee (bajo, teclados, voz), Alex Lifeson (guitarra) y el “Profesor” Neil Peart (batería, percusiones) habían quemado sus dos primeras etapas, la de un estilo en donde predominaba el hard rock y el heavy metal, de 1974 a 1976, aproximadamente, y la otra, en donde el estilo que marcaba la música de los canadienses era el rock progresivo (1977-1981). Pero en 1981, evolucionarían hacia un sonido que, en un principio, disgustaría a sus fans más recalcitrantes, al incluir más sintetizadores y dejando atrás las largas suites para concentrarse en temas más cortos y si se quiere, más sencillos (al menos superficialmente) y hasta pop. Lo de los sintetizadores, Rush lo venía probando desde el disco “Permanent Waves” (1980), mientras que si de temas masivos se trata, la banda ya había tenido algunos éxitos con temas como “Closer the Heart” y la ya archiconocida “Tom Sawyer”.
Sin embargo, a diferencia de otros dinosaurios del rock que desaparecieron o bien, cambiaron radicalmente su estilo al comenzar los ’80 (léase Genesis, Yes y Emerson Lake & Palmer, entre otros), el trío no transó con las bases que caracterizan la sonoridad de la banda, siendo “Signals” (1982), otro de mis discos favoritos, el primer ejemplo de este tercer capítulo en la carrera de Rush, pero un par de peldaños más debajo de “Grace Under Pressure” que creo, hasta hoy, es un álbum muy subvalorado en su discografía.
Antes que todo, contarles que el nombre del disco lo propuso Neil Peart, autor también de las letras de casi todos los discos de Rush. Es parte de una cita del escritor Ernest Hemingway: “the courage is grace under pressure” (el valor es gracia bajo presión). En seguida, acotar que aquí los canadienses alcanzan el equilibrio perfecto que no habían logrado en “Signals”, no solo entre el uso de sintetizadores en una medida justa, que aporta enormemente a la construcción de los temas, sino que además, navegan por estilos diversos como rara vez lo habían hecho en una sola placa, sin dejar de lado el sonido rock y progresivo que los caracteriza, aunque dotándolo de nuevos enfoques y distintivas capas sonoras.
Es así que nos encontramos, de entrada, con “Distant Early Warning” que tiene un riff de teclado que debe ser de los más identificables de Rush. Fue el tema ideal para abrir el disco, considerando que tiene varios elementos progresivos entrelazados a segmentos en donde predomina un sonido más cercano al synth pop. En “Afterimage”, la guitarra de Lifeson vuelve a tomar protagonismo en un tema de construcción mucho más sencilla pero que no escapa de los momentos épicos instrumentales que Rush nos brindaría en esta década.
“Red Sector A” es otra de las piezas más reconocibles de Rush. Con un leve aire a “Eye of the Tiger”, es una pieza que linda con el pop rock, pero no por ello deja de ser potente e interesante en cuanto a la estructura en la que intercala el solo de guitarra de Lifeson, mientras que “The Enemy Within (Part I of Fear)” sí trae un cambio bastante radical en cuanto al sonido Rush, sugiriendo una base rítmica cercana al ska y al reggae en donde los teclados vuelven a ser actores principales.
Llegamos a “The Body Electric”, que comienza con una sólida base rítmica de batería y bajo y que, al igual que “Distant…” nos muestra otra vez la faceta de Rush más cercana al progresivo y al rock, con un tema formado por pocas pero potentes y bien intercaladas secciones y una letra bastante asfixiante acerca de un androide. “Kid Gloves” por su parte, se acerca otra vez más al sonido pop rock de la época con un pegadizo riff gentileza del señor Lifeson, cuya guitarra incluso por momentos, parece coquetear con el sonido punk e incluso, con ciertas reminiscencias a lo que también por esos años, hacía The Police. “Red Lenses” es también un ejemplo de los coqueteos de Rush con otros géneros pero al mismo tiempo, de cómo la banda es capaz de permear un tema que podría haber sido una pieza derechamente pop-rock, con diferentes sonoridades que esta vez, permiten el lucimiento de Peart en batería y percusión. Por último “Between the Wheels”, que quizás tiene el riff más pesado de este disco y una mayor cercanía con el rock más puro.
Las letras del “Profesor” en este disco manifiestan su preocupación por diversas temáticas aún muy contingentes: el uso y abuso de tecnología, la sobrevivencia de la humanidad a su propio instinto de autodestrucción, una par de distopías, la necesidad de unirnos como especie para construir un mejor futuro para todos/as, pero por sobre todo, la paranoia en relación a la Guerra Fría que estaba en uno de sus apogeos; los temores y observaciones de Peart, sin embargo, pueden ser leídos en cualquier contexto similar, como el que vivimos actualmente.
Entiendo a los detractores del álbum y de este periodo de Rush en general, pero para muchas personas, discos como este fueron la llave para entrar al mundo de la banda canadiense y encantarse posteriormente con sus épocas más duras y progresivas, así como muchos también lo hicieron con el Rush de los ’90 y 2000, que regresó parcialmente a sus raíces más rockeras a partir de “Counterparts” (1993). De hecho, por varios años escuché con bastante reticencia y distancia disco como “Grace…” hasta que poco a poco, te vas dando cuenta que el trio jamás transó con el sello de su sonido, sino que simplemente lo cubrió con otras capas, adaptándose a la época para sobrevivir: la precisión rítmica de Peart, la prístina voz de Lee y el bajo casi convertido en una segunda guitarra, las melodías y armonías de Lifeson siguen siendo casi las mismas, fundidas en un disco que funciona a todo nivel.
Es también un álbum lleno de detalles exquisitos en lo musical y en la producción, que sorprende por la sucesión de pequeños guiños a estilos a los cuáles Rush no nos tenía acostumbrados. Y vaya que lo hicieron bien, repitiendo la construcción de un disco correctamente equilibrado entre distintas sonoridades en “Power Windows” (1985), que ya nos daremos tiempo de comentar en profundidad.
Por eso, es sumamente recomendable en un día como hoy, a 38 años de su publicación, darle play nuevamente (al vinilo, al CD, al casete, en YouTube o Spotify, como gustes), disfrutar de estos ocho temas, de cada uno de sus detalles y (re)encantarse con la particular sonoridad de uno de los power trios más grandes de la historia.
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Iván Ávila Pérez