

La banda japonesa Mono ostenta varios “títulos” a su haber. El primero, a pesar de cultivar un género musical muy vanguardista, es el de ser una de las bandas de ese país con mayor cantidad de ventas a nivel internacional. El segundo, es haber sido una de los cabezas de cartel del Meltdown Festival de Londres (2018), por solicitud personal del curador del evento, el mismísimo Robert Smith de The Cure, donde compartieron escena con My Bloody Valentine, Nine Inch Nails, Mogwai y Deftones.
La banda se formó en Tokio en 1999. Lo que más caracteriza su sonido son los arreglos orquestales con una tendencia nostálgica y conmovedora, cubiertos por capas de guitarras con un sonido cercano al shoegaze, aunque a veces muy distorsionado, y un innegable gusto y pasión por las secciones épicas que para algunos críticos, asemejan sus composiciones a otras grandes bandas del post rock como Godspeed You! Black Emperor (GY!BE), A Silver Mt. Zion y Explosions in the Sky (EITS), siendo a la vez, un poco menos complejos en sus arreglos y con una estructura musical más melódica al menos, en comparación a los dos primeros.
Con poco más de veinte años de carrera y doce discos en estudio, el 2021 lanzaron “Pilgrimage of the Soul”, ampliamente alabado por la crítica y los fans, pero hoy, nos centramos en “You are there”, publicado el 15 de marzo de 2006, otra de sus placas más aplaudidas.
Se trata de quinto álbum de Mono, caracterizado por el ya mencionado enfoque melódico en base a las guitarras que se acumulan en diferentes capas para formar muros de sonido sobre los arreglos orquestales que son parte fundamental de las composiciones de la banda, en esta época formada por Takaakira “Taka” Goto (guitarra y arreglos), Hideki Suematsu (guitarra), Tamaki Kunishi (bajo) y Yasunori Takada (batería).
“You are there” reafirmó con creces lo que Mono venía haciendo hasta esa fecha. El disco abre con “The Flames Beyond the Cold Mountain”, un tema larga duración de poco más de trece minutos, que comienza con una introducción de guitarra muy atmosférica, sobre la cual de forma pausada e imperceptible, se van agregando nuevas capas de sonido, entre ellas, texturas construidas por efectos de guitarra, cimbales y percusiones, generando un lapso de tensión que comienza ese ascenso épico tan característico de Mono a partir de la entrada de la batería en el minuto 6, con la aparición de sonidos más potentes y abrumadores que desembocan en una sección que retoma la atmósfera inicial, aunque con toques que progresan hacia lo tenebroso y sobrecogedor para dar paso a una última secuencia construida diferentes capas sonoras, con énfasis en las guitarras y la batería.
En cambio, “A Heart Has Asked for the Pleasure” es una pieza de casi cuatro minutos en base a armonías de guitarra sobrepuestas para generar un paisaje muy nostálgico que nos rememora algunas de las composiciones EITS en la que no es necesario el virtuosismo para obtener una pieza que cala hondo.
Con “Yearning” volvemos a un épico de larga duración. A lo largo de poco más de quince minutos, Mono nos entrega una serie de secciones construidas bajo la misma premisa de texturas que van desde lo delicado y atmosférico, casi etéreo, hasta voluminosas y cabalgantes entradas pletóricas de nostalgia. Y sí, hay que decirlo, aquí es cuando más se nota ese parentesco con los canadienses de GY!BE.
El cuarto tema es la pregunta que abre la respuesta que da título al disco. “Are You There?” comienza con una delicada introducción en guitarra, muy en la línea de EITS. Aquí, la presencia de cellos y violines que eran secundarias en los tracks anteriores, adquieren un protagonismo especial gracias a los arreglos de Taka y Susan Vøelz, dotando al tema de una contundente sección de cuerdas que contrastan con la guitarra y el bajo sobre el mismo leit motiv que guía los diez minutos que dura el tema.
“The Remains of the Day” es quizás la pieza más volátil del disco, con una melodía muy sencilla en piano sobre diferentes capas sonoras electrónicas. Este tema abre paso al gran final del disco, “Moonlight”, otra pieza de extensa duración que comienza con una secuencia de guitarra muy limpia, acompañada por un teclado sutil, casi inaudible. Aquí, nuevamente, la sección de cuerdas cumple un rol fundamental, incluso con un sonido más progresivo, el que va escalando poco a poco, en torno a la misma melodía a la que se van agregando capas de guitarra y la arremetida poderosa de la batería de Takada para, cerca del final, elevar un solo que pone los pelos de punta.
Mención aparte merece, por un lado, el tremendo aporte de Alison Chesley y Diana Parmeter en cello, y de Inger Peterson Carle, Thomas Yang y Susan Vøelz en violín; y por otra parte, el diseño de la caja del álbum a cargo de Jeremy DeVizie y Esteban Rey, este último, también realizador de los delicados y nostálgicos dibujos que redondean la presentación de un disco sobrecogedor que, aunque probablemente está un peldaño (muy pequeño) por debajo de “Hymn to the immortal wind” (2009) o “Rays of darkness” (2014), de todas formas se ubica entre los mejores de la banda y uno de esos álbumes de post rock que al menos, debes escuchar una vez en tu vida.
Escribe Iván Pelao Ávila